Por Valeria Estrada.
Todos hemos hecho cosas de las cuales nos arrepentimos. Algunos lo superan rápidamente, pero muchos otros cargamos con el peso de la culpa, a veces más de lo necesario. Afrontar ese sentimiento es esencial, e incluso es beneficioso para nuestra conciencia y autoestima, pues nos motiva a tomar acción, a hacer un cambio o a pedir perdón cuando hemos hecho algo que traiciona a nuestro código moral.
Para poder trabajar en esto, primero debemos comprender que la culpa surge cuando sentimos que hemos roto alguna norma o hemos provocado daño o dolor a otra persona. Y que a su vez, dependiendo de cómo se canalice, puede ser un sentimiento saludable o dañino.
La culpa sana es adaptativa y racional; es aquello que sentimos cuando sabemos que hemos hecho algo mal. Sentir culpa puede ayudarnos a aprender de nuestros errores, buscar el perdón de quienes herimos y de nosotros mismos, y crecer como personas.
Por lo contrario, la culpa irracional es neurótica, obsesiva y agotadora. Domina nuestras vidas y nos hace sentir culpables constantemente sin un verdadero motivo. Puede provocar que nos sintamos como una carga para los que nos rodean. También puede perjudicar nuestros niveles de concentración y productividad, y aumentar el estrés y problemas para dormir. Esto provoca que nuestras relaciones con otros, nuestras acciones diarias, y hasta nuestra autoestima se vean gravemente afectados.
Entonces, ¿cómo podemos afrontar la culpabilidad?
Tal vez sea difícil concentrarte en qué es lo que te hace sentir culpa específicamente. Pero es necesario reconocer la raíz del problema. Ignorarlo puede ayudarte a sentirte bien temporalmente, pero a la larga esto es perjudicial, y no te permitirá hacer las paces contigo mismo. Por otro lado, reprocharte constantemente prolonga los sentimientos de culpa y vergüenza, lo que daña tu autoestima.
Sé proactivo para mejorar las cosas.
Lo que pasó, pasó. Por más que queramos, no podemos volver al pasado y cambiar los hechos, pero sí podemos enmendar nuestro error. Reconocer lo que hicimos mal, ofrecer una disculpa honesta, y hacer lo que está en nuestras manos para corregir nuestro comportamiento son acciones que ayudan a sanar a quienes herimos, y que a nosotros nos permiten afrontar la culpabilidad y crecer como individuos.
Sé comprensivo y ten compasión
Repasar constantemente los errores que cometiste en el pasado no es bueno para nadie. Si sientes que ser proactivo puede ayudarte a ti y a los demás, adelante, pero después déjalo ir. Deja que esta experiencia sea una oportunidad de aprendizaje.
Deja el perfeccionismo atrás
Es importante reconocer que no podemos controlar todo lo que nos sucede. Toma responsabilidad sólo de lo que está en tus manos. Está bien ser introspectivo, y revisar qué es lo que pudimos haber hecho diferente, pero que esto te sirva de forma constructiva, y no para que lo uses en tu contra.
Perdónate a ti mismo
Es esencial que te perdones a ti mismo y a los demás para dejar ir el sentimiento de culpa. Ten presente que el perdón no es lo mismo que la aceptación del dolor. Más bien, se trata de cuidarte y aceptarte, para así continuar con tu vida sin ser controlado por la culpa.
La culpa es una carga pesada, y si no es tratada puede derrumbarte. Pero puedes transformarla en una experiencia positiva, pues te recuerda que puedes ser mejor en el futuro.
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