Por Susana Dingler / Tanatóloga.
Los servicios funerarios han ido cambiando en los últimos tiempos, especialmente por la influencia de la tecnología, así como de culturas que han sido muy importantes en la historia de la humanidad como lo son la europea y la norteamericana.
Estos cambios obedecen, en gran medida, a la adquisición de conocimientos acerca del significado de los procesos de duelo y el valor de los rituales que se realizan en torno a los mismos. Además, tienen una estrecha relación con la especialización y profesionalización del sector funerario que, como otras profesiones, se ve obligado a mantener una permanente actualización.
La muerte es comprendida como un proceso de pérdida que es sufrido tanto por el fallecido como por su familia y la sociedad que lo rodea. Podría decirse que no hay grupo cultural que no posea una estructura ceremonial para conmemorar o celebrar la partida de sus miembros. En el total de las sociedades humanas, la vida y la muerte, así como todo lo que concierne al cuerpo son objetos de ceremonia.
De esta forma, los funerales son una parte de los momentos trascendentales de la existencia del ser humano. En ellos, las emociones de pérdida se concretan en prácticas con contenido simbólico donde se espera que el fallecido sea guiado, preparado y dispuesto para su destino definitivo; mientras que los que se quedan, pueden sentirse conformes al honrar la vida del difunto y con lo que se hizo por su despedida.
La limpieza, el maquillaje, el vestido e incluso el calzado, tienen por objetivo la purificación y preparación para la partida, así como hacer menos difícil el elemento trágico de la muerte. Estos rituales marcan en los dolientes el tránsito entre lo que fue y lo que será, es decir, el movimiento entre una posición simbólica y otra, lo cual siempre conlleva un cambio profundo.
En los procesos de duelo es cada vez más claro que los funerales se realizan en función de los dolientes y no de quien se ha ido, lo que influye de manera positiva en la sana resolución del duelo. Existen algunos aspectos dentro de estas ceremonias que nos ayudan a elaborar nuestra pérdida, como ver el cuerpo de nuestro ser querido, lo cual hace evidente que es solo un cascarón y no su esencia, lo que deja tras de sí.
Además, a través del funeral, los dolientes tienen la oportunidad de expresar pensamientos y sentimientos que en otro lugar no sería tan fácil reconocer. Es una oportunidad para reflexionar sobre la vida de la persona, escuchar a sus amistades contar historias sobre experiencias que vivieron en su compañía y sobre todo, es un momento en el cual ese amor y cariño que le profesaban se transforma en apoyo hacia los familiares de quien se ha adelantado en el camino. Todo esto siendo de enorme ayuda para facilitar la elaboración del mencionado proceso de duelo.
Muy pocas personas se sienten cómodas asistiendo a una funeraria, pero la muerte es algo que no podemos evitar. Por más que queramos evadir estos momentos, debemos estar conscientes de que estas ceremonias tienen gran importancia para la salud mental y emocional de aquellos que acaban de perder a su mamá, papá, hermanos, hijos o amigos. Ayudan a soportar la experiencia de la muerte de la mano de las creencias religiosas que se profesen, promoviendo la constatación de la pérdida, fundamentando así un acto de respeto y de amor hacia esa persona que se ha marchado.
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